Desde
la llegada al poder del hoy presidiario Alberto
Fujimori, se viene implementado un modelo educativo, patrocinado e impuesto por organismos internacionales, admitido a ciegas por el estado y aplicada por la
fuerza.
Próximos
a cumplir ya tres décadas de su aplicación, con ligeros acomodos, remiendos y
parches por parte de los gobernantes siguientes la crisis educativa peruana se
agudizó, lejos de mejorar.
El
enfoque por competencias recoge las necesidades del mundo empresarial, que ya
por lo menos a partir de la década de los cuarenta del siglo pasado venia
usándolo. Este primigenio uso del vocablo
competencia en el universo de los negocios y de las finanzas, con ansias y sus deseos de mayor productividad de las
personas ha logrado que la educación hoy tenga una visión más
economicista.
El enfoque por competencias en
educación, se relaciona estrictamente
con la formación laboral en los ámbitos de la industria, su interés
primordial era “vincular el sector productivo con la escuela especialmente con
los niveles profesional y la preparación para el empleo” (Díaz Barriga Arceo y
Rigo; 2000:78).
Si bien, a todas
luces, se nos hace ver que la
estrecha relación entre capital humano, desarrollo económico y
sociedad del conocimiento responde a políticas y normas o pautas aceptadas a
nivel global en general aceptables; las
formidables dificultades y crisis que atraviesan
las economías de los países del aclamado primer mundo, constituyen un fuerte cuestionamiento a la
absolutización de las mismas (Gazcon, 2014).
Consiguientemente esta visión e interés por parte de los sectores más conservadores
de la sociedad y de la política por poner al hombre al servicio de la
economía, un
modelo de “hombre-máquina” cuyos desempeños pueden ser juzgados en una visión
de costo/beneficio; las personas se
convierten en objetos desechables, sin derechos ni beneficios; es un sobre
costo para la producción.
Junto a todo esto se ha precarizado el
nivel de conocimientos, proscribiéndose algunas asignaturas de las aulas, como
Filosofía o Geopolítica -acaso ya no es
necesario que el poblador conozca el valor estratégico, de los recursos
naturales para el desarrollo nacional- o tal vez se considera que la sociedad
ya no debe ser reflexiva.
Las Ciencias Sociales en la educación
pública han sido seriamente retaceadas, recortadas y cercenadas, temas importantes
han sido mutilados; se quiere desconocer, que un conocimiento profundo, pero no sólo saber qué y conocer cómo, sino el poder
aplicarlo oportuna y convenientemente convierten a la persona en más competitiva en un mundo
tan complejo, vertiginosamente
cambiante y enormemente competitivo.
La información constituye uno de los elementos que
puede proporcionar una ventaja competitiva para una sociedad o una
persona, disponer de información
privilegiada o de relevancia constituye
un acicate para todo individuo con ansias de superación y de descollar en alguna rama del saber o
empresa.
Asistimos al declive de la autoridad de los
Estados y una supremacía del gran capital, las transnacionales, la dictadura de
las grandes empresas, lo mismo que se
refleja en el cotidiano, constante y abusivo “usar y desechar” de las personas.
Debemos cuestionarnos seriamente, sobre a
dónde queremos ir como país, que es lo que deseamos para el presente y nuestras
ansias para las futuras generaciones. Este trabajo va orientado en ese
derrotero. El sistema educativo actual está colapsando, lo sostiene los
intereses privados y la falta de una visión de país.
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