El amanecer del 7 de octubre nos trajo una noticia importante, el Nobel de Literatura, el presente año, la Academia Sueca la otorga al laureado escritor peruano Mario Vargas Llosa
Cuellar sería conocido a partir de ese incidente como “pichulita” y pasaría por una serie de incidentes y ocurrencias. Mientras que en nosotros a partir de allí se desarrollaría una voracidad y apetencia por la lectura.
El novelista Mario Vargas Llosa nace en la madrugada del 28 de marzo del año de 1936 en el segundo piso de la casa del bulevar Parra, al pie del Misti, en la blanca ciudad arequipeña.
La pluma de Vargas Llosa es prolífica, tiene un gran número de publicaciones. No ha cesado de escribir desde la aparición de los Jefes, siendo su salto a la palestra internacional con la novela “La ciudad y los perros (1963).
El Nobel le fue esquivo, tanto que quizá se había resignado a no esperar nada de la Academia Sueca, en los últimos años, se desentendía del asunto y sus amigos ya sabían que hablar del Nobel era un tema tabú, en los predios del escritor.
Han tardado 20 años para que los escritores de lengua española obtengan este preciado galardón, desde que en 1990 lo obtuviera el mexicano Octavio Paz. Esta decisión convierte a nuestro compatriota en el vigésimo primero de los autores de lengua hispana en alzarse con tal distinción.
Vargas Llosa incursionó también en la política postulando por FREDEMO, para la presidencia de la república, donde saliera elegido el inefable Alberto Fujimori, el año de 1990.
Y desde luego, ha demostrado una pasión por la política, con quien yo diría que estoy en bordes diametralmente opuestos, ideológicamente hablando, desde luego.
Pero sin duda, debemos reconocer en Mario, su firmeza en sus ideales y lineamientos. Algo muy difícil de encontrar hoy, pues vemos personas que en un momento de su vida parecieron ser más radicales que Vladímir Ilich Uliánov, luego tanto o más liberales que Francis Fukuyama y quizá en algunos momentos o casi siempre hasta podrían dictarle lecciones de la política más conservadora al mismísimo Cipriani.
Después de 47 años de fructífera carrera literaria y 15 de espera, el Nobel, ha llegado a manos de quien desde hace larga data lo merecía.
Es pues un acontecimiento de monumental y significativa importancia para las letras y la cultura peruana.